Fiducia supplicans

Como nació mi novela Amor Sagrado

Fue hace mucho tiempo. Eran los tiempos del IRC. Año 1997. El IRC era un programa en el que entrabas a través de la primigenia internet a nivel usuario en canales de distintas temáticas. Había muchos canales gays. Era el sitio perfecto porque entras con un nick, como un alias, no ponías tu nombre y así conservar el anonimato. Los canales gays se extendieron y se dividieron en canales gays provinciales e inclusos las ciudades grandes, como Jerez, llegamos a tener uno. Yo llegué a ser operador de canal, un rango en el que algunos miembros, creadores o amigos de los creadores, controlaban que el canal no se fuera de las manos con gente que entrara a meter la pata.

Allí conocí a alguien. No recuerdo su alias. Estuvimos hablando por el canal y luego pasamos a hablar en privado. Profesor de filosofía de un Instituto de una ciudad fuera de Jerez. O eso me dijo. En aquel tiempo,  yo tenía muy fresca la Filosofía por entonces. Hablaba de ella con este hombre, pero le veía algunas lagunas. Me extraño, pero bueno, tampoco le di la mayor importancia.

Hablamos un rato y decidimos quedar. No me gusta alargar las conversaciones sin conocer a la persona. He aprendido que hay gente que se monta unas películas que luego no terminan bien.

Quedamos una tarde en Carrefour Sur, como siempre hago en sitios públicos. Soy desconfiado. ¿Y si me están mintiendo y me están esperando para darme una paliza?

Tampoco buscaba sexo rápido. No era mi prioridad en ese momento de mi vida.

Quedamos y llegó tarde. En esa época no había móviles, así que cuando alguien llegaba tarde, siempre te preguntabas si te había dejado plantado. Era algo bastante común. Pero no, llegó a una hora razonable. Cuando lo vi, me quedé en plan: “¡Pero si te conozco!” Pero no sabía de dónde. ¡Conozco a tanta gente y soy tan malo para recordar las caras!

Nos presentamos, nos sentamos a tomar un café y me dijo que había llegado tarde porque había tenido que recoger unas tarjetas de visita que había hecho. Me da una tarjeta. ¡Y era un cura! Sacerdote de la parroquia tal.

¡Ahí mismo caí en quién era! No lo conocía de eso porque no era de la provincia, pero no voy a dar más detalles porque respeto su privacidad. Se lo dije: “Te conozco“. ¡Se quedó blanco! Le dije: “Te conozco de esto y esto. Te vi en tal sitio“. “Sí, me acuerdo“, me dijo con un hilo de voz.

Tranquilo, no voy a decir nada. No soy tan cabrón. Se sintió con confianza y me contó todo el drama que vive un sacerdote católico que es gay y que se pasaba la castidad por el forro. ¿No te da vergüenza? le dije. Supongo que el voto de castidad es para todos. Me dijo que bueno, que no era eso lo común. No lo sé. En su caso, no.

¿Por qué no te sales?

Porque no sé de qué voy a vivir. El sacerdocio como profesión. 

No me quedé más con él. Sé que se asustó. Le perdí la pista. Me dijeron que se había ido a otro sitio. Luego lo volví a ver por la televisión soltando uno de los discursos más homófobos que he escuchado. Qué ironía, pensé.

Hoy no sé qué será de él. Ni idea. 

Aquella experiencia, yo, que soy creyente y encontrarme con un cura de carne y hueso, gay, me marcó. Algo escribí en Religión Digital por aquél tiempo sobre la homosexualidad y la religión católica. Muchos curas gays me leyeron. Me enviaron mensajes anónimos contándome sus penas y lo que sufrían. Otros me escribieron y me pusieron a parir. Alguno me acosó tanto buscando sexo teléfonico que tuve que cambiar el número del teléfono fijo.

He ayudado a curas que lo han pasado muy mal. A otros que perdieron la cabeza y llegaron a hace absolutas barbaridades como ponerse en los perfiles de sexo con su rostro sin ser consciente de la que les podía caer encima. 

No sé qué habré hecho en otra vida. Pero como haya un cura gay, ese me busca. Para bien o para mal. Aquí sigo aguantando, soportando y ayudando si se tercia.

De ahí nació mi novela Amor Sagrado. De todas experiencias, nació la historia de un cura ficticio, Felipe,  que tiene bastante de muchos curas reales y a la vez, nada de ellos. Porque al fin y al cabo, la novela es sólo una historia, que si se parece a la realidad, es sólo pura coincidencia.

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Amor Sagrado. La novela.

Fotografía: Pixabay.

Fue hace mucho tiempo. Tanto que era el siglo pasado. Corrían los tiempos del IRC. Año 1997. El IRC era un programa en el que entrabas a través de la primigenia internet a nivel usuario en canales de distintas temáticas. Había muchos canales gays. Era el sitio perfecto porque entrabas con un nick, como un alias, no ponías tu nombre y así conservabas el anonimato. Los canales gays se extendieron y se dividieron en canales gays provinciales e inclusos las ciudades grandes, como Jerez, llegamos a tener uno. Yo llegué a ser operador de canal, un rango en el que algunos miembros, creadores o amigos de los creadores, controlaban que el canal no se fuera de las manos con gente que entrara a meter la pata.

Allí conocí a alguien. No recuerdo su alias. Estuvimos hablando por el canal y luego pasamos a hablar en privado. Profesor de filosofía de un Instituto de una ciudad fuera de Jerez. O eso me dijo. En aquel tiempo,  yo tenía muy fresca la filosofía por entonces. Hablaba de ella con este hombre, pero le veía algunas lagunas. Me extraño, pero bueno, tampoco le di la mayor importancia.

Después de un tiempo hablando, quedamos en persona. A mí nunca me ha gustado alargar eternas conversaciones sin ver a la persona. La experiencia me enseñó que determinada gente se montaba una película que luego no terminaba bien.

Quedamos como digo una tarde en Carrefour Sur. Siempre quedaba en sitios públicos. Soy desconfiado. Quién sabe si te están mintiendo y te están esperando para darte una paliza.

Tampoco es que buscara sexo rápido. No. No era aquella cuestión mía en ese momento de mi vida.

El caso es que cuando quedamos llegó tarde. No había móviles aún. El llegar tarde siempre te hacía sospechar de que te habían dejado plantado. Mucha gente lo hacía. Pero no, llegó a una hora prudente. Cuando le vi, me quedé a cuadros porque le conocía, pero no sabía de qué. Yo conozco a mucha gente y soy malo para las caras. 

Nos presentamos, nos sentamos a tomarnos un café y me dijo que había llegado tarde porque había tenido que recoger unas tarjetas de visitas que había hecho y tal. Me da una tarjeta. Fulanito de tal. Sacerdote de la parroquia tal.

Caí en el acto. Lo conocía de eso. No voy a dar más datos aquí porque respeto su anonimato. Se lo dije. Te conozco. Se quedó blanco. Te conozco de esto y esto. Te ví en tal sitio. Yo era fulanito.

— Me acuerdo — me dijo con un hilo de voz.

— Tranquilo, que no voy a decir nada. No soy tan cabrón.

Se sintió con confianza y me contó todo el drama que vive un sacerdote católico que es gay y que se pasaba la castidad por el forro.

— ¿No te da vergüenza? Supongo que el voto de castidad es para todos. Me dijo que bueno, que no era eso lo común. No lo sé. En su caso, no.

— ¿Por qué no te sales?

— Porque no sé de qué voy a vivir.

El sacerdocio como profesión. 

No quedé más con él. Sé que se asustó. Le perdí la pista. Me dijeron que se había ido a otro sitio. Luego lo volví a ver por la televisión soltando uno de los discursos más homófobos que he escuchado. Qué ironía, pensé.

Hoy no sé qué será de él. Ni idea. 

Aquella experiencia, yo, que soy creyente y encontrarme con un cura de carne y hueso, me marcó. Algo escribí en Religión Digital por aquél tiempo sobre la homosexualidad y la religión católica. Muchos curas gays me leyeron. Me enviaron mensajes anónimos contándome sus penas y lo que sufrían. Otros me escribieron y me pusieron a parir. Alguno me acosó tanto buscando sexo teléfonico que tuve que cambiar el número del teléfono fijo.

He ayudado a curas que lo han pasado muy mal. A otros que perdieron la cabeza y llegaron a hace absolutas barbaridades como ponerse en los perfiles de sexo con su rostro sin ser consciente de la que les podía caer encima. 

No sé que habré hecho en otra vida. Pero como haya un cura gay, ese me busca. Para bien o para mal. Aquí sigo aguantando, soportando y ayudando si se tercia.

De ahí nació mi novela Amor Sagrado. De todas experiencias, nació la historia de un cura ficticio, Felipe,  que tiene bastante de muchos curas reales y a la vez, nada de ellos. Porque al fin y al cabo, la novela es sólo una historia, que si se parece a la realidad, es sólo pura coincidencia.

Por cierto, en esto que he escrito hay cosas que no son así. Lo digo por si a alguien le da por pensar quién pudiera ser. Pues no, no van a tener ni idea. No le busquen cerca.

Puedes leer Amor Sagrado gratis si eres suscriptor de Kindle o en papel si lo pides a través de Amazon. Si lo quieres en papel pero no puedes pedirlo por Amazon, pídemelo a mí que yo te lo envío.

Amor Sagrado, la novela de Alfonso Saborido

No sé por qué y supongo que le pasará a muchas personas que escriben, nuestros lectores y lectoras piensan que nosotros somos los protagonistas de nuestras novelas, sobre todo, cuando nos conocen en persona o saben bastante de nosotros.

No. No es así. En ninguna de mis tres novelas, los protagonistas soy yo. Es verdad, que en todos hay parte de mí. Pero también hay parte de otras personas y también hay partes inventadas, porque los escritores de novela, sobre todo, inventamos. De eso se trata. De crear historias en nuestra cabeza y escribirlas. Contar la realidad ya es otro género. En mis novelas, hay mucho de realidad, pero también hay mucho de ficción. No aconsejo a nadie que se coma el coco pensando en si esto pasó o no pasó. O si este personaje existe o no existe. Ya te digo, que no existen como tales.

De todas formas, si tienes curiosidad por saber si tal escena o tal cuestión es inventada o inspirada en la realidad, me escribes en privado y te lo explico. Pero quiero dejarlo claro. Jamás he estado liado con un cura. Dios me libre, lo que me hubiera faltado. Solo conozco el tema.

Alberto deja el servicio militar, narrado en la novela ‘Aquella mili’, y vuelve a la vida civil, adentrándose en distintas organizaciones de la Iglesia Católica. De nuevo, tiene que volver a salir del armario en unas circunstancias más difíciles aún que en la vida militar. Pero con lo que no contaba Alberto era con enamorarse de un sacerdote y ser correspondido…

Tags – sacerdote gay

Yo estoy con Francisco: en defensa del Papa.

El portal Religión Digital ha empezado una campaña de apoyo al Papa Francisco y pide a los católicos que le defendamos ante los ataques de una minoría integrista compuesta por los de siempre.

Por supuesto que apoyo al Papa Francisco sin dudarlo un segundo. El Papa Francisco huele a Evangelio. Es un claro ejemplo de lo que para mí es un seguidor de Jesús. Es como si el cura de mi barrio hubiera llegado a Papa y siguiera siendo el mismo, aunque vestido de blanco. Francisco no estridente en sus vestiduras. Desde el primer momento que se asomó a la plaza de San Pedro, lo hizo humildemente, con su traje blanco. Francisco no es de grandes avenidas ni grandes capitales. Sus viajes han sido a las periferias. A las fronteras. Francisco sabe que Jesús está en el sagrario de los templos sencillos, por eso vive en Santa Marta. Pero también sabe que Jesús vive en el prójimo, por eso no ha dudado en acercarse a donde Jesús muere en el mar con los inmigrantes, a las cárceles y a los condenados donde Jesús también está presente. Se ha acercado al pobre. Convive y escucha a los expulsados, a los rechazados.

Se sienta al lado de las mujeres, cada día con muchos enfrentamientos, le está dando el sitio que se merecen de igualdad. Escucha a los homosexuales, a las personas transexuales, a las personas divorciadas. La que le ha caído por parte de los malos por el tema de la bendición del Fiducia supplicans (‘Confianza suplicante’). ¿No bendecía Jesús también a todas las personas que eran pecadoras y abrazaban el evangelio? Esa minoría integrista olvida que pecadores somos todos. Que todos somos hijos de Dios. Que todos merecemos la bendición. Que Jesús perdonó a todos sus enemigos porque no sabían lo que hacían.

Francisco es un rayo de luz en la Iglesia. Es un balón de oxígeno. Un papa valiente que se ha enfrentado a cuestiones como la pederastia, cosa que nadie ha hecho nunca. Que ha puesto a los cardenales envueltos en el pecado de la soberbia y la riqueza en su sitio.

Francisco, tienes el apoyo mío y el de toda la Iglesia. Pero tienes el apoyo más grande: el del Espíritu Santo. El malo no va a poder contigo porque estás lleno de Jesús. Larga vida al Papa Francisco.

Fiducia supplicans o cómo sacar a los homófobos católicos del armario.

Lo que sin duda se ha hecho con buena intención, la Fiducia supplicans por parte del Vaticano, se ha convertido en un látigo contra las personas homosexuales católicas, porque está dirigida a ellos. A quien no es católico, en realidad le importa muy poco o nada, que un sacerdote católico bendiga su relación.

La bendición propuesta con un protocolo más complicado que el que se utiliza para bendecir a los animales en la fiesta de San Antón en Jerez de la Frontera, por poner un ejemplo, solo ha servido para echarnos a las fieras, como si de un circo romano se tratase, a las personas homosexuales, criadas en la Iglesia Católica, con nuestra fe intacta, pero en la realidad, expulsados de esta Iglesia que nos desprecia continuamente.

Estamos acostumbrados a vivir en la frontera. Las bendiciones de los curas homófobos no las necesitamos, entre otras cosas, porque con la hipocresía ya común en la Historia de la Iglesia, estas bendiciones a parejas homosexuales se están dando de hecho desde hace muuuuuuucho tiempo.

Pero en la Iglesia Católica, la norma es que mientras no se hable de algo, este algo, no existe.

Pero hay tantas cosas que existen en la Iglesia y de las que no hablamos ¿verdad?

La homosexualidad, tan cotidiana, tan presente en la Iglesia día a día…

Eso me hizo escribir una novela en la que cuento la historia de una relación entre un sacerdote católico y un joven catecúmeno, basado en hechos reales, aunque los personajes no son reales y si hay algún parecido con la realidad, es pura coincidencia.

Los laicos católicos que no nos escondemos ni ocultamos nuestra homosexualidad, hemos recibido siempre el apoyo de los sacerdotes homosexuales que llevan su voto de castidad con dignidad, pero también el acoso de religiosos homosexuales, buscando lo que se conoce un rollito… que por cierto, son los más homófobos luego de cara al público.

Este ‘Amor Sagrado’ que escribí, no es tanta ciencia ficción como parece. Lo puedes leer gratis en Amazon Kindle.

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