A veces pienso que la Humanidad se parece un náufrago, como aquellos que veíamos en las viñetas de los comics, solos en una isla con una solitaria palmera.
Para la Humanidad, encontrar planetas fuera del Sistema Solar es como ver en el horizonte (o más allá) barcos que jamás nos encontrarán. Entre esos barcos, alguno puede que nos encuentre, pero sólo les quede mirarnos, sabiendo que jamás podrán llegar a nosotros si es que intuyen que existimos.
Puede que alguno sí sepa de nosotros, pero no sabemos por qué, jamás se manifiestan. O simplemente, han mirado cuando aún no estábamos. O han mirado cuando ya hemos desaparecido.
Ya. Recuerdo la paradoja aterrorizante e inquietante de Enrico Fermi, pero prefiero quedarme con las palabras del maestro Carl Sagan que se refería a este universo en el que vivimos y a su gran espacio desaprovechado.
El exoplaneta de nombre Percival (¿será por Percival Lowell, el que creyó ver canales en Marte?) está a 310 años luz de la Tierra.