Mis mañanas de verano, salvo los domingos que me llevaban a la playa eran absolutamente iguales. No recuerdo a la hora que me levantaba. Desayunaba, colacao con pan tostado con mantequilla o galletas. La rutina comenzaba. Aunque siempre sacaba buenas notas, mi madre me obligaba a hacer tareas del colegio todas las mañanas. Entonces no habían esos libros de vacaciones Santillana. Estaban a punto de aparecer. Mi madre me ponía con los cuadernitos Rubio. No le daba mucha importancia a la caligrafía, cosa que tenía que haber hecho, porque siempre he tenido un letra horrible para mi gusto. Ella creía más fundamental las matemáticas. Allí estaba yo haciendo sumas interminables, pero las operaciones que más coraje me daban eran las divisiones con varias cifras y decimales. Luego me las corregía mi hermana, porque mi madre no sabía hacer divisiones. Salió del colegio antes de aprenderlo. Después me iba a jugar a la calle. En mi caso, era el campo, con mis vecinos. Si hacía mucho calor, nos poníamos debajo de una parra grande y allí jugábamos a juegos de mesa, como los juegos reunidos Geyper o el Monopoly. A este jugábamos menos porque terminábamos enfadados siempre. Cuando nos cánsabamos leíamos tebeos y libros juveniles. O si la calor ya era inaguantable, nuestras madres colocaban por la mañana un baño de zinc al Sol y nos dábamos un chapuzón. Así hasta la hora de comer a la una y medio o así, cuando llegaba mi padre de trabajar. En casa comíamos todos juntos con una puntualidad absoluta. Esa obsesión de mi madre la llevo encima todavía. Cosas que aprendes a fuego.
Fue hace mucho tiempo. Eran los tiempos del IRC. Año 1997. El IRC era un programa en el que entrabas a través de la primigenia internet a nivel usuario en canales de distintas temáticas. Había muchos canales gays. Era el sitio perfecto porque entras con un nick, como un alias, no ponías tu nombre y así conservar el anonimato. Los canales gays se extendieron y se dividieron en canales gays provinciales e inclusos las ciudades grandes, como Jerez, llegamos a tener uno. Yo llegué a ser operador de canal, un rango en el que algunos miembros, creadores o amigos de los creadores, controlaban que el canal no se fuera de las manos con gente que entrara a meter la pata.
Allí conocí a alguien. No recuerdo su alias. Estuvimos hablando por el canal y luego pasamos a hablar en privado. Profesor de filosofía de un Instituto de una ciudad fuera de Jerez. O eso me dijo. En aquel tiempo, yo tenía muy fresca la Filosofía por entonces. Hablaba de ella con este hombre, pero le veía algunas lagunas. Me extraño, pero bueno, tampoco le di la mayor importancia.
Hablamos un rato y decidimos quedar. No me gusta alargar las conversaciones sin conocer a la persona. He aprendido que hay gente que se monta unas películas que luego no terminan bien.
Quedamos una tarde en Carrefour Sur, como siempre hago en sitios públicos. Soy desconfiado. ¿Y si me están mintiendo y me están esperando para darme una paliza?
Tampoco buscaba sexo rápido. No era mi prioridad en ese momento de mi vida.
Quedamos y llegó tarde. En esa época no había móviles, así que cuando alguien llegaba tarde, siempre te preguntabas si te había dejado plantado. Era algo bastante común. Pero no, llegó a una hora razonable. Cuando lo vi, me quedé en plan: “¡Pero si te conozco!” Pero no sabía de dónde. ¡Conozco a tanta gente y soy tan malo para recordar las caras!
Nos presentamos, nos sentamos a tomar un café y me dijo que había llegado tarde porque había tenido que recoger unas tarjetas de visita que había hecho. Me da una tarjeta. ¡Y era un cura! Sacerdote de la parroquia tal.
¡Ahí mismo caí en quién era! No lo conocía de eso porque no era de la provincia, pero no voy a dar más detalles porque respeto su privacidad. Se lo dije: “Te conozco“. ¡Se quedó blanco! Le dije: “Te conozco de esto y esto. Te vi en tal sitio“. “Sí, me acuerdo“, me dijo con un hilo de voz.
Tranquilo, no voy a decir nada. No soy tan cabrón. Se sintió con confianza y me contó todo el drama que vive un sacerdote católico que es gay y que se pasaba la castidad por el forro. ¿No te da vergüenza? le dije. Supongo que el voto de castidad es para todos. Me dijo que bueno, que no era eso lo común. No lo sé. En su caso, no.
¿Por qué no te sales?
Porque no sé de qué voy a vivir. El sacerdocio como profesión.
No me quedé más con él. Sé que se asustó. Le perdí la pista. Me dijeron que se había ido a otro sitio. Luego lo volví a ver por la televisión soltando uno de los discursos más homófobos que he escuchado. Qué ironía, pensé.
Hoy no sé qué será de él. Ni idea.
Aquella experiencia, yo, que soy creyente y encontrarme con un cura de carne y hueso, gay, me marcó. Algo escribí en Religión Digital por aquél tiempo sobre la homosexualidad y la religión católica. Muchos curas gays me leyeron. Me enviaron mensajes anónimos contándome sus penas y lo que sufrían. Otros me escribieron y me pusieron a parir. Alguno me acosó tanto buscando sexo teléfonico que tuve que cambiar el número del teléfono fijo.
He ayudado a curas que lo han pasado muy mal. A otros que perdieron la cabeza y llegaron a hace absolutas barbaridades como ponerse en los perfiles de sexo con su rostro sin ser consciente de la que les podía caer encima.
No sé qué habré hecho en otra vida. Pero como haya un cura gay, ese me busca. Para bien o para mal. Aquí sigo aguantando, soportando y ayudando si se tercia.
De ahí nació mi novela Amor Sagrado. De todas experiencias, nació la historia de un cura ficticio, Felipe, que tiene bastante de muchos curas reales y a la vez, nada de ellos. Porque al fin y al cabo, la novela es sólo una historia, que si se parece a la realidad, es sólo pura coincidencia.
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Hay recuerdos de cosas de la mili que todavía andan por ahí perdidas en la memoria y cuando menos las esperas te viene el flash. Apunté muchas cuando escribí mi novela hace ya unos cuántos años, pero me siguen viniendo. Como ésta.
Entonces era yo cabo primero y estaba de guardia junto a un artillero en la puerta de autos, controlando los vehículos que salían y entraban. Creo que el servicio terminaba a las diez o antes de la retreta. Debía ser invierno porque era de noche.
Llegó un coche civil a la puerta y se bajaron dos chicos y una chica, de unos veintipocos años. Nos cuentan que el padre de la chica era militar, que no estaba en casa y que habían empezado a jugar entre ellos y que se había puesto las esposas del padre. No sé fijó en las llaves y cuando las fue a buscar, no las encontró.
No quería que su padre se enterara (que se enteraría, digo yo). Habían llamado a la Polícia y le dijeron que ellos no tenían instrumentos para poder abrirlas y la enviaron a nuestro cuartel.
El artillero y yo alucinamos con la historia. Llamé por el telefonillo al Oficial de Guardia y esté salió y habló con ellos. Le contaron la misma historia. Así que se los llevó para el cuerpo de guardia y llamó a uno de los artilleros de la batería de servicios que estaban de guardia para que con una cizalla les abrieran las esposas.
El caso es que yo terminé la guardia y me fui para mi batería. Al día siguiente, me enteré de que se las habían quitado y asunto terminado.
La historia me pareció surrealista, pero sucedió en el Cuartel Nuestra Señora de la Cabeza, Regimiento de Artillería Antiaérea, número 74.
Fue hace mucho tiempo. Tanto que era el siglo pasado. Corrían los tiempos del IRC. Año 1997. El IRC era un programa en el que entrabas a través de la primigenia internet a nivel usuario en canales de distintas temáticas. Había muchos canales gays. Era el sitio perfecto porque entrabas con un nick, como un alias, no ponías tu nombre y así conservabas el anonimato. Los canales gays se extendieron y se dividieron en canales gays provinciales e inclusos las ciudades grandes, como Jerez, llegamos a tener uno. Yo llegué a ser operador de canal, un rango en el que algunos miembros, creadores o amigos de los creadores, controlaban que el canal no se fuera de las manos con gente que entrara a meter la pata.
Allí conocí a alguien. No recuerdo su alias. Estuvimos hablando por el canal y luego pasamos a hablar en privado. Profesor de filosofía de un Instituto de una ciudad fuera de Jerez. O eso me dijo. En aquel tiempo, yo tenía muy fresca la filosofía por entonces. Hablaba de ella con este hombre, pero le veía algunas lagunas. Me extraño, pero bueno, tampoco le di la mayor importancia.
Después de un tiempo hablando, quedamos en persona. A mí nunca me ha gustado alargar eternas conversaciones sin ver a la persona. La experiencia me enseñó que determinada gente se montaba una película que luego no terminaba bien.
Quedamos como digo una tarde en Carrefour Sur. Siempre quedaba en sitios públicos. Soy desconfiado. Quién sabe si te están mintiendo y te están esperando para darte una paliza.
Tampoco es que buscara sexo rápido. No. No era aquella cuestión mía en ese momento de mi vida.
El caso es que cuando quedamos llegó tarde. No había móviles aún. El llegar tarde siempre te hacía sospechar de que te habían dejado plantado. Mucha gente lo hacía. Pero no, llegó a una hora prudente. Cuando le vi, me quedé a cuadros porque le conocía, pero no sabía de qué. Yo conozco a mucha gente y soy malo para las caras.
Nos presentamos, nos sentamos a tomarnos un café y me dijo que había llegado tarde porque había tenido que recoger unas tarjetas de visitas que había hecho y tal. Me da una tarjeta. Fulanito de tal. Sacerdote de la parroquia tal.
Caí en el acto. Lo conocía de eso. No voy a dar más datos aquí porque respeto su anonimato. Se lo dije. Te conozco. Se quedó blanco. Te conozco de esto y esto. Te ví en tal sitio. Yo era fulanito.
— Me acuerdo — me dijo con un hilo de voz.
— Tranquilo, que no voy a decir nada. No soy tan cabrón.
Se sintió con confianza y me contó todo el drama que vive un sacerdote católico que es gay y que se pasaba la castidad por el forro.
— ¿No te da vergüenza? Supongo que el voto de castidad es para todos. Me dijo que bueno, que no era eso lo común. No lo sé. En su caso, no.
— ¿Por qué no te sales?
— Porque no sé de qué voy a vivir.
El sacerdocio como profesión.
No quedé más con él. Sé que se asustó. Le perdí la pista. Me dijeron que se había ido a otro sitio. Luego lo volví a ver por la televisión soltando uno de los discursos más homófobos que he escuchado. Qué ironía, pensé.
Hoy no sé qué será de él. Ni idea.
Aquella experiencia, yo, que soy creyente y encontrarme con un cura de carne y hueso, me marcó. Algo escribí en Religión Digital por aquél tiempo sobre la homosexualidad y la religión católica. Muchos curas gays me leyeron. Me enviaron mensajes anónimos contándome sus penas y lo que sufrían. Otros me escribieron y me pusieron a parir. Alguno me acosó tanto buscando sexo teléfonico que tuve que cambiar el número del teléfono fijo.
He ayudado a curas que lo han pasado muy mal. A otros que perdieron la cabeza y llegaron a hace absolutas barbaridades como ponerse en los perfiles de sexo con su rostro sin ser consciente de la que les podía caer encima.
No sé que habré hecho en otra vida. Pero como haya un cura gay, ese me busca. Para bien o para mal. Aquí sigo aguantando, soportando y ayudando si se tercia.
De ahí nació mi novela Amor Sagrado. De todas experiencias, nació la historia de un cura ficticio, Felipe, que tiene bastante de muchos curas reales y a la vez, nada de ellos. Porque al fin y al cabo, la novela es sólo una historia, que si se parece a la realidad, es sólo pura coincidencia.
Por cierto, en esto que he escrito hay cosas que no son así. Lo digo por si a alguien le da por pensar quién pudiera ser. Pues no, no van a tener ni idea. No le busquen cerca.
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“Nos ha tocado vivir en un mundo donde los libros se tiran a la basura”.
Esta frase de la novela de Daniel Fopiani (Sargento Primero de Infantería de Marina, San Fernando, Cádiz, 1990) “El linaje de las estrellas” me ha dejado totalmente K.O.
En la radio en la que estoy recogemos libros, que expurgamos y me quedo asombrado de lo que es capaz la gente de deshacerse. Yo tengo todos mis libros desde chico. Un día los iré poniendo. Son mi vida, los dejaré cuando me muera pero jamás los tiraré a la basura. Cómo mucho, reciclar enciclopedias viejas.
En mi piso de 52 M2 no me caben. El ebook para mí es el gran invento.
El linaje de las estrellas me está fascinando porque Fopiani integra todo lo que me gusta: la marina, el ejército, la inmigración, la astronomía, la filosofía, la religión, la isla de San Fernando y ¡Jerez! qué en cierto barrio lo van a corretear cuando lean el libro. Pero bueno yo también vivo en el 11408. Haré de guardaespaldas 😂
A veces pienso que la Humanidad se parece un náufrago, como aquellos que veíamos en las viñetas de los comics, solos en una isla con una solitaria palmera. Para la Humanidad, encontrar planetas fuera del Sistema Solar es como ver en el horizonte (o más allá) barcos que jamás nos encontrarán. Entre esos barcos, alguno puede que nos encuentre, pero sólo les quede mirarnos, sabiendo que jamás podrán llegar a nosotros si es que intuyen que existimos. Puede que alguno sí sepa de nosotros, pero no sabemos por qué, jamás se manifiestan. O simplemente, han mirado cuando aún no estábamos. O han mirado cuando ya hemos desaparecido. Ya. Recuerdo la paradoja aterrorizante e inquietante de Enrico Fermi, pero prefiero quedarme con las palabras del maestro Carl Sagan que se refería a este universo en el que vivimos y a su gran espacio desaprovechado. El exoplaneta de nombre Percival (¿será por Percival Lowell, el que creyó ver canales en Marte?) está a 310 años luz de la Tierra.
‘Encuentros en la tercera fase’ cumple 47 años. Yo tenía 12 años cuando la vi y quedé completamente maravillado. Aún hoy, me emociona. Me compré el comic y todo lo que podía tener relación con la película. ¡Soñé tanto! Mi primera novela ‘El andaluz que viajó a las estrellas’ de la que pronto saldrá una reedición, tiene mucho de ella. La noticia ahora es que Spielberg hará una nueva película sobre OVNIS con el guionista de Jurassick Park. La pregunta es sí en esta ocasión los extraterrestres que conduzcan esas naves son buenos o no. https://www.clarin.com/espectaculos/spielberg-hara-filme-ovnis-firelight-rodo-17-anos-base-encuentros-cercanos-tercer-tipo_0_HwtVS0XvDv.html
El Ayuntamiento de Jerez, a través de la Delegación de Cultura, ha diseñado una amplia programación para conmemorar el Día del Libro, que se desarrollará del 20 al 30 de abril, así lo ha avanzado el delegado Cultura, Fiestas, Patrimonio Histórico y Capitalidad Cultural, Francisco Zurita. Se trata de “un gran ciclo abierto a toda la ciudadanía, con eventos literarios y culturales, en el que cada actividad ha sido cuidadosamente diseñada para ofrecer contenido especial a los diferentes públicos, tanto para que disfruten de la poesía, las novelas, los cuentos o la música”. Asimismo, Francisco Zurita también ha agradecido la predisposición y colaboración de todas las instituciones involucradas en la organización de este gran encuentro, “desde libreros y editores a entidades, músicos y autores, que han contribuido a la elaboración de un programa cuyas actividades son gratuitas y de acceso libre hasta completar aforo”. Jornada inaugural, sábado 20 de abril La conmemoración del Día del Libro comienza el sábado 20 de abril, con la ‘Jornada de Literatura y Vino’ en los Claustros de Santo Domingo, desde las 11 hasta las 14 horas y de 17 a 21 horas. Durante este evento, los asistentes podrán disfrutar de un maridaje de libros y vino, con una muestra de obras a cargo de librerías y editoriales locales, acompañada de degustaciones de jerez, con la colaboración del Consejo Regulador. El programa incluye diversas actividades como la lectura de poemas, una presentación de novela, cuentacuentos, mesas redondas y talleres de papiroflexia y marcapáginas, entre otros, destacan también la presentación de
obras literarias y una presentación de novela gráfica y taller de cómic para niños.
Desarrollo El programa del evento para esta jornada incluye una serie de actividades que se desarrollarán desde las 11:30 horas hasta las 20 horas. Arranca con la lectura de poemas realizada por los clubes de lectura de la red de bibliotecas municipales en la Sala Refectorio. A continuación, de 12 a 14 horas, se llevará a cabo una visita animada de personajes literarios de los hermanos Grimm en las Galerías. A las 12 horas está programada la presentación de la novela Wanted de Ignacio Arrabal, con la presencia de Alberto Belmonte, portadista de la obra, en la Sala Refectorio. A las 12.30 horas, en el patio exterior, se realizará un cuentacuentos con narración oral a cargo de Pepe Maestro, bajo el título ‘Cuentos suspensivos, historias para mantener tu alma en vilo (o no…)’. A las 13 horas se llevará a cabo una mesa redonda titulada ‘Fantasía para reflejar la realidad’ con la participación de Eva Amuedo, autora de la saga El despertar de Osharan, Jesús Relinque, autor de diversas novelas, y David Mancera, autor de La canción de arena, en la Sala Refectorio. Por la tarde, a las 17.30 horas, se realizará un taller de papiroflexia y marcapáginas con ‘El mago del papel’ en el patio exterior, seguido a las 17.45 horas por un cuentacuentos musical con Alberto Mateos y El Domador de Medusas. A las 17.30 horas se llevará a cabo la presentación de la novela juvenil El diario secreto de Carla, de Diana Gallardo en la Sala Refectorio, mientras que de 18 a 20 horas se podrá disfrutar de una visita animada de personajes literarios con los hermanos Grimm en las Galerías. A las 18.30 horas tendrá lugar una visita guiada por la ciudad basada en el libro La ciudad escondida, a cargo de su autor, José Ruiz Mata, con punto de origen en el stand de la editorial Tierra de Nadie. A las 19 horas se realizará la presentación del libro de Irene Villa, Saber que se puede: Perdona. Agradece. Confía, de Irene Villa en la Sala Refectorio, y simultáneamente, también a las 19 horas, se llevará a cabo la presentación de la novela gráfica Tina, la niña monarca y un taller de cómic para niños de 6 a 11
años, a cargo de Claudia Bellante en el patio exterior. El día culminará a las 20 horas con un concierto titulado ‘Historias sin palabras’, a cargo del Trío de cuerda con piano de la Joven Orquesta Campos Andaluces, que se celebrará también en el patio exterior.
Del 22 al 30 de abril La conmemoración del Día del Libro en Jerez prosigue el lunes 22 de abril con la presentación del poemario Las manos en el vientre de la poeta y periodista Sonia Herrera Collado en la sede de la Fundación Caballero Bonald, como parte del Ciclo Primeras Letras. El martes 23 de abril, día emblemático del Día del Libro, se llevarán a cabo actividades como la lectura pública de El Quijote de Miguel de Cervantes en el Cabildo Viejo, un cuentacuentos en la Biblioteca Central y la inauguración del Rincón de ‘Pepín el Caballero’ en la Biblioteca Infantil de la Fundación Caballero Bonald. El jueves 25 de abril, dentro del Ciclo Primeras Letras, se realizará la presentación del poemario Vivir en las palabras, de Cándido Gutiérrez Nieto en la sede de la Fundación Caballero Bonald. El lunes 29 de abril, se llevará a cabo la presentación del libro 100 sonetos me manda hacer Violante de Ramón Luque Sánchez, con intervención musical de Paco Luque, en la misma sede. Finalmente, el martes 30 de abril, como cierre de la programación tendrá lugar, la presentación y charla-coloquio del libro La sociedad de la nieve de Pablo Vierci en los Claustros de Santo Domingo, con la intervención de Paco Reyero.
No sé por qué y supongo que le pasará a muchas personas que escriben, nuestros lectores y lectoras piensan que nosotros somos los protagonistas de nuestras novelas, sobre todo, cuando nos conocen en persona o saben bastante de nosotros.
No. No es así. En ninguna de mis tres novelas, los protagonistas soy yo. Es verdad, que en todos hay parte de mí. Pero también hay parte de otras personas y también hay partes inventadas, porque los escritores de novela, sobre todo, inventamos. De eso se trata. De crear historias en nuestra cabeza y escribirlas. Contar la realidad ya es otro género. En mis novelas, hay mucho de realidad, pero también hay mucho de ficción. No aconsejo a nadie que se coma el coco pensando en si esto pasó o no pasó. O si este personaje existe o no existe. Ya te digo, que no existen como tales.
De todas formas, si tienes curiosidad por saber si tal escena o tal cuestión es inventada o inspirada en la realidad, me escribes en privado y te lo explico. Pero quiero dejarlo claro. Jamás he estado liado con un cura. Dios me libre, lo que me hubiera faltado. Solo conozco el tema.
Alberto deja el servicio militar, narrado en la novela ‘Aquella mili’, y vuelve a la vida civil, adentrándose en distintas organizaciones de la Iglesia Católica. De nuevo, tiene que volver a salir del armario en unas circunstancias más difíciles aún que en la vida militar. Pero con lo que no contaba Alberto era con enamorarse de un sacerdote y ser correspondido…
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